Miguel despertó esa mañana con
ganas de plantar cara a los extraterrestres. Tenía la espada y el escudo que
los abuelos le habían regalado en su quinto cumpleaños, quizás con eso
valdría…. Cerró con todas sus fuerzas los ojos y deseó fervientemente que al volverlos
a abrir todo hubiera vuelto a la normalidad. Y es que desde que los alienígenas
habían invadido su planeta nada era ya como solía ser…
Miguel echaba de menos a sus
compañeros del cole, a sus profesores, a sus abuelos, a sus tíos y primos…
pero, sobre todo, a quien más echaba de menos Miguel era a su papá.
Su madre, ahora estaba todo el día
en casa, igual que él. Mientras ella trabajaba, él hacía algunas fichas que su
profesora mandaba como tarea. Pero a papá últimamente le veía muy poco. Desde
que los extraterrestres invadieran la Tierra, tenía que doblar turnos en el
hospital y apenas estaba en casa. Su papá era un héroe, al menos él lo creía
así. Curaba a gente enferma en un hospital y ahora tenía que trabajar el doble
de tiempo porque desde la invasión alienígena había mucha gente convaleciente.
A Miguel todo esto que ocurría le
parecía el argumento de una película, de esas de extraterrestres que solía ver
con su padre los fines de semana. Le parecía increíble que ahora fuese todo
real y que fuera su padre el encargado de salvar al mundo y el protagonista de
esta película que estaban viviendo. Era todo apasionante pero Miguel sólo
deseaba que su papá derrotara a los extraterrestres y volviera pronto a casa.
Esa noche su padre regresó antes de que él se fuera a dormir. Cuando se
duchó y se puso ropa limpia, Miguel pudo por fin abrazarle y sentarse en sus
rodillas mientras cenaba.
-Papá… ¿cuándo derrotáis a los
extraterrestres? ¿Se van a ir pronto a su planeta?
-Hay veces hijo que cuando el enemigo
es tan poderoso hay que aprender a convivir con él. Eso estamos haciendo ahora,
estudiando su comportamiento para comprender mejor a estos seres y tratar de que
no nos dañen más.
-¿Y qué pasa con la gente que está
enferma? ¿Se van a curar?
-Estamos intentando que se pongan
bien, hijo. Por eso paso tantas horas fuera de casa, en el hospital necesitamos
mucha ayuda con los pacientes.
-Bueno, papá, pues entonces tú
ahora no te preocupes por mí, ¿vale? Sabes que yo soy fuerte y tengo mi espada
y mi escudo. En el caso de que los extraterrestres quieran entrar en casa los
usaré para defenderme a mí y a mamá. Tú mientras ayuda a la gente que no tiene
con que defenderse.
-Gracias Miguel, eres un niño muy
comprensivo y generoso. Estoy muy orgulloso de ti.
-El orgullo es mío, papi. No todos
los niños tienen un héroe como padre. Eres mi héroe favorito. ¿Lo sabías, papá?
-Lo sé hijo, lo sé.
La noche siguiente papá no volvió,
ni la otra, ni la de más allá. Un día mamá le dijo que papá se había ido a otro
planeta y que nunca más volvería a este. Miguel esa noche lloró mucho porque no
volvería a verle pero al despertar, sonrió. Su padre y él tenían un secreto.
Miguel era consciente de que papá tenía que salvar a la humanidad porque era un
héroe. Lo mejor de todo era que ahora había traspasado fronteras. ¡Papá era
ahora un héroe intergaláctico! Sin dejar de sonreír, se levantó corriendo de la
cama para contárselo a su madre.