Creo fervientemente que la vida
es como un día de playa. Puedes tener suerte y disfrutar de la calma y
seguridad que da la bandera verde, puedes navegar entre las dudas que
representa la bandera amarilla y puedes arder en el intento de lograrlo, con la
bandera roja como estandarte.
En mi caminar siempre compruebo
que la arena no queme demasiado mis pies para dar pasos firmes y certeros. Dejo
que las olas me mezan y me adentro en el oleaje continuo que implica vivir.
Sentir es vivir y viceversa.
Y aquí me hallo, como si ondeara
bandera amarilla, como cuando quiero sentir algo pero no sé por dónde empezar.
Como si la ilusión me quemara la piel y encendiera, del rojo de la bandera, al
corazón.
Avanzo hacia la playa, cierro
los ojos y me dejo llevar porque hoy siento Mayo más cerca que nunca. Siento
sus flores en mi retina y retengo su fragancia en mi mirada. Miro más allá de
lo que atisban mis ojos y creo sentir un mar en calma. Sólo entonces mi alma se
despoja de banderas y de colores porque no entiende de patrias ni de
precauciones sino de sentimientos.
Ahí te siento. Hacia ti camino.