jueves, 31 de octubre de 2013

DESDE EL SILENCIO

Te escribo desde el silencio, desde las noches en vela y mi mar en dudas. Estás sufriendo y me duele en lo más profundo. Cuando mis piernas flaquean se que tú te me mueres por dentro… cuando mi mente se enturbia se que te golpeo sin tregua.

Cúlpame, si lo deseas, estás en tu derecho pero quiero que sepas que yo soy sólo una víctima más. Desde que apareció en mi vida me siento un títere en sus manos. Ni mis padres, ni mis amigos, ni los estudios… nada logra quitármelo de la cabeza. Es más fuerte que yo, es más fuerte que tú. Su sombra enturbia todo mi espacio, alerta mis sentidos y oscurece mis pensamientos. Todo se vuelve inerte cuando aparece, todo se hace gris.

Mi entorno intenta aliviarme, distraerme, serenarme… pero nada ni nadie lo consiguen. Me tiene obsesionada: me magnetiza, me hechiza, me deslumbra. Y, mientras tanto, tú no dejas de llorar. Son lágrimas de desesperación, de pena, de rabia. Quiero luchar contra eso que te hace tan desdichado pero el miedo me atenaza. A veces, siento la tentación de dejarme llevar y caer en sus brazos. Estoy cansada de que la gente me diga q he de ser valiente, que siga luchando… ¿Qué sabrán ellos de este dolor tan particular? ¿Tan tuyo y mío? Nada, nadie sabe nada.

Vivo pendiente de un teléfono, de una llamada que no llega. Mi incertidumbre es mi tortura más letal.

Noto que me voy consumiendo poco a poco. Me ahogo en mi mar de dudas y no logro salir a flote. Me falta el aire, me come la amenaza, me faltas tú. Me agobio, sufro, hago creer a todos que puedo con ello pero, irremediablemente, vuelvo a caer.

Oigo revuelo en la casa. Por fin ha sonado el teléfono. Por lo que puedo discernir han llamado del hospital. Mi querido corazón, parece ser que te han encontrado un sustituto: más fuerte, más ágil, en mejor forma. Con un poco de suerte pronto dejarás de llorar y dibujarás sonrisas en mi rostro. Si tú estás contento, yo soy feliz, vamos juntos en esto.

Aquella que nos amenaza tendrá que esperar a que peleemos esta batalla. No me cabe duda de que ahora sí que saldremos victoriosos. La muerte nos dejará tranquilos por fin. La muerte tendrá que esperar. La muerte deberá rendirse.

Sécate las lagrimas, corazón, vete ensayando la mejor de tus sonrisas.


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sábado, 26 de octubre de 2013

domingo, 20 de octubre de 2013

NO TE RINDAS

No te rindas, aún estás a tiempo
De alcanzar y comenzar de nuevo,
Aceptar tus sombras,
Enterrar tus miedos,
Liberar el lastre,
Retomar el vuelo.

No te rindas que la vida es eso,
Continuar el viaje,
Perseguir tus sueños,
Destrabar el tiempo,
Correr los escombros,
Y destapar el cielo.
No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se esconda,
Y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma
Aún hay vida en tus sueños.

Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo
Porque lo has querido y porque te quiero
Porque existe el vino y el amor, es cierto.
Porque no hay heridas que no cure el tiempo.

Abrir las puertas,
Quitar los cerrojos,
Abandonar las murallas que te protegieron,
Vivir la vida y aceptar el reto,
Recuperar la risa,
Ensayar un canto,
Bajar la guardia y extender las manos
Desplegar las alas
E intentar de nuevo,
Celebrar la vida y retomar los cielos.

No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se ponga y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma,
Aún hay vida en tus sueños

Porque cada día es un comienzo nuevo,
Porque esta es la hora y el mejor momento.
Porque no estás solo, porque yo te quiero.

No te rindas, aún estás a tiempo
De alcanzar y comenzar de nuevo,
Aceptar tus sombras,
Enterrar tus miedos,
Liberar el lastre,
Retomar el vuelo.

No te rindas que la vida es eso,
Continuar el viaje,
Perseguir tus sueños,
Destrabar el tiempo,
Correr los escombros,
Y destapar el cielo.

No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se esconda,
Y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma
Aún hay vida en tus sueños.

Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo
Porque lo has querido y porque te quiero
Porque existe el vino y el amor, es cierto.
Porque no hay heridas que no cure el tiempo.

Abrir las puertas,
Quitar los cerrojos,
Abandonar las murallas que te protegieron,
Vivir la vida y aceptar el reto,
Recuperar la risa,
Ensayar un canto,
Bajar la guardia y extender las manos
Desplegar las alas
E intentar de nuevo,
Celebrar la vida y retomar los cielos.

No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se ponga y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma,
Aún hay vida en tus sueños

Porque cada día es un comienzo nuevo,
Porque esta es la hora y el mejor momento.
Porque no estás solo, porque yo te quiero.

Mario Benedetti

viernes, 18 de octubre de 2013

MI TREN DE LOS MOMENTOS

Me amparas en tu regazo. Lo mejor de tu hospitalidad es que es cálida, confortable y no me hace preguntas. Te limitas a recogerme, sin enjuiciarme y me llevas en la dirección correcta. Norte, sur, este u oeste; recorres todos los caminos y ninguno en particular. Me acomodo, disfruto del paisaje, reflexiono y llegamos. Eres el tren de los momentos, de aquellos que son tan especiales porque forman parte de mi día a día. Mis cuatro puntos cardinales; sin ti mi brújula estaría desorientada. Gracias por tantas idas y venidas.


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LUNA ROTA

Luna de miel sublime con mi marido idílico. Desde que le conozco mi vida real es mucho más perfecta que mi vida onírica, no hay lugar a dudas: estoy profundamente enamorada. Me costó darme cuenta de ello. Tuvimos muchas citas, buenas películas, interesantes conversaciones que se prolongaban más allá del bien y del mal, tiernos y apasionados abrazos… Nunca pudimos prometernos lo mejor del mundo pero siempre quisimos darnos lo mejor de nosotros. Como un reloj que marca con precisión los segundos, los minutos, las horas… él bordaba -con el pulso del mejor sastre- mis sueños, mis anhelos, mis inquietudes… nunca supe que tenía un sueño hasta que le conocí a él.

Una mañana encontré una célebre frase de Oscar Wilde sobre mi mesilla de noche: “Si no tardas mucho, te espero toda la vida”. No tuve más remedio que rendirme ante ese amor paciente, leal, fiel… El sentimiento que todos quisiéramos experimentar tenía forma humana y pretendía abrazarme. Era más que Cupido, era amor en su estado más puro… aunque tangible, con un contacto cálido y reconfortante.

Y aquí nos hallamos, en el mejor lugar donde nos podemos encontrar. Ningún lugar como el Caribe para perderme en sus playas, ningunos brazos como los suyos para dejarme querer. Mis pupilas no han hallado mejores amaneceres que éstos: luminosos, nítidos, evocadores… los atardeceres se anuncian sosegados, a la vez que embriagadores y hechizantes. Sí, estoy hipnotizada. Mi amor me magnetiza, el entorno me seduce y me lanza imparable hacia el imán que constituye su cuerpo. Yo soy él y él es yo. Somos más que un amor tropical; poseemos el calor del trópico y la brisa del mar. Calor y frío, pasión y serenidad, corazón y alma.

El hotel que nos acoge es un pecado para los sentidos: lujo, confort, relax… Desde el amplio balcón observo un inmenso mar. Las olas mecen mis sueños y el horizonte los engrandece. Abrazada a él me dejo querer, me dejo mimar, me dejo llevar… sólo él me conduce por los caminos adecuados, esos que hacen que mi corazón explote pletórico. Somos uno, somos mar, somos brisa… somos lo que siempre soñamos ser.

Esta mañana es especial. Hoy hace una semana de nuestra boda. Hace ocho días nos entregamos el uno al otro oficialmente, aunque nuestros corazones ya se habían jurado amor eterno tiempo atrás. Hasta que la muerte nos separe nos dijo el cura, mientras yo esperaba que ésta sólo fuera el preludio de nuestra vida eterna, uno al lado del otro.

“Buenos días, mi amor” me ha susurrado al despertar, “no los recuerdo mejores”, le he respondido. Su rostro exhala paz, sus ojos desprenden ternura y su boca rezuma pasión. Declaro la guerra a su paz, incendio su ternura y tiento a su boca. Sus manos me buscan, yo me dejo encontrar y una vez más somos uno. Y, sólo entonces, deseo perderme en ese mar que se antoja infinito; por siempre con él. Las olas nos mecen al unísono…

De repente un inquietante ruido detiene nuestro mar en calma. Sentimos un fuerte golpe en la puerta. Unas voces nos sacan de nuestra comunión perfecta. La ternura desaparece de sus ojos y vislumbro miedo. Sus brazos cobijadores me abandonan relampagueantes. Y, por vez primera, me desampara…

Hay revuelo en el pasillo y por lo que podemos discernir un grupo de atracadores está asaltando el hotel. El miedo evoluciona y se convierte en instinto de supervivencia. La única salida posible es por la terraza. Estamos en un segundo piso, el descenso puede ser algo complicado pero no imposible, merece la pena intentarlo.

Nos dirigimos hacia el balcón. El es más ágil y decidimos que sea el primero en intentar descender para luego ayudarme a mí. Los nervios y la tensión del momento le juegan una mala pasada, casi resbala, pero entonces encuentra mis manos salvadoras que le vuelven a aferrar fuertemente a la barandilla. Le engancho a la vida porque él es el eje de la mía.

Llega mi turno. Me ofrece sus brazos y yo me lanzo a ellos como si de una tabla salvadora se tratasen. Soy torpe… pierdo el equilibrio y me abalanzo estrepitosamente contra su cuerpo. Logra asirse a la barandilla al tiempo que sus brazos, aquellos que minutos antes se erigían defensores, me abandonan. Y me desampara de nuevo…con un movimiento algo brusco desprende su cuerpo del mío y exclama: “cielo, ésta vez debemos hacer el viaje por separado. Intenta bajar por ti misma. Yo sé que tú eres capaz. Te estaré esperando con los brazos abiertos”.

Mi cara se desencaja al tiempo que veo como corre hacia la entrada principal del hotel. Con mi mundo derrumbado se caen mis ganas de luchar. Mi mente se bloquea, mi vista se nubla y mis piernas no reaccionan. Mi cuerpo se balancea, hacia delante y hacia atrás, al final me acurruco en una esquina del balcón.

“Mi amor, de nuevo juntos. Tranquila, todo ha pasado” Abro los ojos y le veo, aunque en realidad no se bien a quien miro. ¿Tengo frente a mí al hombre de mis sueños o a mi sueño transformado en pesadilla?, ¿Tengo enfrente unos brazos apasionados y protectores o unos fríos y traicioneros?, ¿Tengo frente a mí una luna de miel llena o una luna resquebrajada y rota? Todas estas cuestiones me asaltan la mente mientras noto su tacto. Me estrecha la mano con cariño, con fuerza; me da cobijo. Pero mi sangre ya no fluye por él. No logra dar el calor necesario a mi cuerpo el cual sigue frío como un témpano. Se ha roto algo en mí o quizás haya sido en él; puede que el lazo que nos unía se haya desecho. Cierro los ojos de nuevo e intento dormir.

Me despierta la voz de un médico. Me informa de que he sufrido un ataque de pánico y me recomienda reposo y calma durante un par de días. El viaje de vuelta a casa es largo y deberemos retrasarlo. El sigue junto a mi cama: impertérrito, sereno, impasible.

Nos trasladan a otro hotel. Igual de bonito, igual de caro, ¿igual de seguro?... no logro apartar ese sentimiento de pánico de la cabeza. Aquellos minutos interminables en la habitación, los golpes en la puerta, las voces, los gritos… pero eso es pura anécdota cuando se cierne sobre mí otro tipo de pesar: decepción, traición, desconfianza, recelo. Siento que el cielo estrellado del Caribe ha caído sobre mí, las estrellas se han volcado una por una y -casi sin percibirlo- se ha apagado la luz. El mar ya no es calmado y no me arrulla junto a su cuerpo, ahora está furioso y el oleaje amenaza con hundirme.

Entre nosotros no fluyen las palabras. El intenta dar la máxima normalidad a la situación e iniciar una conversación pero mi cuerpo no responde. El manantial de mi boca se ha secado: de ella ya no nacen mensajes, ha olvidado como se fabrican los besos y se susurran palabras de amor. Mi cuerpo y mi alma permanecen fríos, no hay calor humano que logre aliviarlos.

La noche es extraña. Nos acostamos en la misma cama. Dos cuerpos juntos pero separados por un mar de dudas. Otra vez el mar y su influjo…

Esa noche tengo pesadillas. Sueño que me abrazan: son abrazos candentes y suaves… estoy en la playa; de repente se levanta un fuerte vendaval y los brazos se tornan fríos y ásperos. Su contacto me molesta y siento desconfianza, noto que me empujan y caigo en un torbellino. Nadie puede salvarme y me dejo caer. De pronto me despierto sobresaltada. Él continua durmiendo, parece que no se ha dado cuenta de nada; es mi soledad la que me da cobijo.

Superado el shock inicial decido dar una nueva oportunidad a la vida. A bordo del avión, entre las nubes, estoy segura. Siento que floto y que se cierne un nuevo horizonte sobre mí. Sobrevuelo el mar inmortal y se vuelven imperecederas mis ilusiones. Y, entonces, soy libre.

En una habitación, de un hotel de lujo del Caribe, un hombre lee una nota: “Nuestra luna, llena de miel, se ha partido en dos. No encuentro adhesivo lo suficientemente fuerte para unir ambas partes. Atrás dejo tus abrazos, ahora ya rotos también. Me llevo conmigo mi media luna menguante. En esta ocasión también debemos iniciar el viaje por separado”.


La cortina de lágrimas le impide ver la noticia con la que abre el periódico matutino: “Falso asalto al Hotel César. Un grupo de estudiantes crea una falsa alarma en este hotel de lujo haciendo creer a sus huéspedes que estaban siendo víctimas de un atraco. Todo formaba parte de una gamberrada y sostienen que sólo pretendían asustar. Ningún huésped ha sufrido daños ni se les ha sustraído ningún objeto personal de valor pero el hotel lamenta y pide disculpas por los daños morales que se hayan podido ocasionar”.

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miércoles, 16 de octubre de 2013

¿BAILAMOS?

Abro la puerta y salgo al jardín. Extiendo los brazos en cruz mirando al cielo. La lluvia empieza a caer sobre mí. Hermosas y cristalinas gotas rozan mi piel. Recorren mi cabeza, el tronco, las extremidades… Esas gotitas vivarachas se hacen con mi cuerpo, le inyectan rebeldía y comienza a hablar en un lenguaje hasta ahora desconocido. No le entiendo bien pero suena a libertad. El sonido es cada vez más fuerte y me canta al oído. Esta vez no pongo objeciones y me dejo llevar…Las gotas sagaces se meten entre mis articulaciones empujándolas suavemente para que se muevan. Un movimiento, otro, uno más… y entonces bailo. Danzo bajo las nubes, a través del aguacero, a ritmo de gotas melódicas. Un vals, una bachata, merengue…

Las gotas surten un efecto purificante y borran algunos de los demonios que viven en mi interior. Se llevan los miedos y los complejos. Bailo contra la cobardía de la mano de la valentía. Reafirmo mi autoestima con giros acompasados. Mi cuerpo está liberando a mi mente de una manera rítmica y armoniosa, logro alcanzar el equilibrio exacto entre ambos. Ya no me caigo, alcanzo la estabilidad que creía perdida. Pienso en MI.

Por vez primera, desde hace mucho tiempo, ese gran testarudo que me tocó por corazón se relaja y piensa también en TI . Logra comunicarse con el resto del cuerpo y con mi mente, se hacen uno y bailan entrelazados. Escucho como mi alma le susurra al corazón:

-Relájate, corazón. Libera tus cadenas y palpita al son de la música.

-Hacía tiempo que no me dejaba llevar.

-Vive como si no hubiera mañana, siente como si nacieras hoy y ama con un amor inmortal. Relativiza tiempo y espacio proclamándote libre y único.

Ahora pienso en ambos como uno sólo y releo tu nota:

“La respuesta está en ti. Bucea en tu interior. Has construido tantos escudos que has sellado todos los caminos. A menudo el paraguas más útil no es otro que aprender a bailar bajo la lluvia. Cuando te reencuentres a ti misma bailamos”.

Y, entonces, decido no bailar sola nunca más…


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SI TU ME MIRAS...

Si tú me miras prometo llenarte las pupilas de luz. El iris te brillará más que nunca, siendo arco iris de color, y tus párpados se abrirán ante semejante espectáculo para los sentidos porque prometo deslumbrarte en cinco fases.

Empezaré por la vista. Si tú me miras no querrás desviar tu mirada nunca más. Me convertiré en hechicera e hipnotizaré tus ojos. Me admirarás como se admira a los buenos poetas que nos hacen vibrar con sus letras… porque yo pondré palabras de amor ante ti, las colorearé del rojo de los amantes y las daré el relieve de mi frenesí.

Encantado, por siempre…

Seguiré con el oído. Te contaré primaveras y te susurraré veranos. Citaré los otoños en los que no te tuve y los inviernos en los que no querrás separarte de mí. Mi corazón te hablará despacio desde cada estación, el tuyo –ansioso- me escuchará como a un profeta.

Evangelizado, por siempre…

A continuación el gusto. Mis labios de fresa endulzarán tu lengua. Saborearás mi miel y te relamerás de gozo. Pondré azúcar para dulcificarte, chocolate para enviciarte y cafeína para crearte adicción. Te sellaré la boca con mi sabor, inundando tu paladar de vainilla.


Adicto, por siempre…

Después el olfato. Te embriagaré de mí. Me respirarás en cada encuentro. No faltarán flores que llenen tu vida de buen olor, no faltará mi aroma que llene tu vida de sentido. Seré tu mejor perfume: duradero, embelesador, arrebatador.

Extasiado, por siempre…

Y, por último, el tacto. Seré tu mejor caricia: esa que eriza el vello y nubla el pensamiento; esa que relajará tus músculos menos al corazón que bombeará la sangre como un loco… porque si tú me miras te enloqueceré y sólo los dementes se dejan llevar por los sentidos y se entregan a aquel que los ha seducido.

Tocado, por siempre.

Medítalo bien porque, bien sabes, que si tú me miras acabarás siendo conquistado, por toda la eternidad.

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EL TRINO DE LAS AVES

Sobre la mesa de la cocina reposaba la nueva ocurrencia de mi madre: una jaula antigua en la que había introducido tres pequeñas macetas. La jaula pertenecía a mi abuelo y, cuando yo era niña, la recordaba llena de pájaros. Fue rescatada del antiguo desván (de la casa del pueblo) y, ahora, tenía tres nuevos habitantes en su interior: más tranquilos, menos ruidosos, pero igual de coloridos.

Mi primer contacto con la jaula fue bastante inquietante, algo incierto y casi preocupante. En un amago de retroceder al pasado, y a mi niñez, la toqué con ambas manos y el columpio que dormía en su interior comenzó a moverse. Automáticamente mi mente empezó a piar sola, como si el simple contacto físico y visual con la jaula me hubiera conectado espiritualmente con sus antiguos moradores.

El día pasó pero los pájaros no cesaron de piar…

PIO-PIO PIO- PIO PIO-PIO PIO-PIO

… alborotaban mi mente, sacudían mi cuerpo e inquietaban mi espíritu.

Aquella noche soñé con todo tipo de aves: canarios, jilgueros, periquitos… y una jaula que se abría sola.

Desperté sudorosa de mi letargo y bajé a la cocina con las piernas renqueantes, el corazón exaltado y el vello de punta. Los oídos me zumbaban y según me iba aproximando el ruido se tornaba ensordecedor.

PIO-PIO PIO- PIO PIO-PIO PIO-PIO

Abrí la puerta y sentí un punzante escalofrío al contemplar como decenas de pájaros inundaban la estancia. No sólo se limitaban a piar… me contaban sus historias inconclusas, su fatídico regreso al presente y su deseo de descansar en paz.

Parecía que habíamos abierto la puerta del más allá y, ahora, sus almas erraban moribundas por mi cocina. Debía cerrar la conexión con ultratumba, que las almas descansasen y mi espíritu recuperase la paz perdida.

La jaula estaba abierta, el columpio en movimiento y las tres macetas (con su brillante colorido) ajenas al inverosímil espectáculo que acontecía a su alrededor. Me aproximé a ella e introduje la mano. Algo en mi vibró acompasándose con el movimiento del balancín.

Metí la otra mano y noté que las macetas estaban calientes, irradiaban un magnetismo abrumador. Las fui sacando una por una. Cuando tenía la última sobre mi mano el aleteo de un ave me la arrebató.

El suelo de mi cocina se llenó de hojas, tierra y pequeños huesecitos. Y, entonces, fue cuando caí en la cuenta… la tierra que habíamos usado para esas macetas era la que habíamos encontrado en una bolsa de la troje. Alguien enterró -años atrás- a los pequeños pajaritos, esos a los que a día de hoy, habíamos despertado de su sueño eterno. O daba paz a esas almas o mi pacífica existencia se volvería guerra.

El columpio seguía su balanceo. Los huesos incandescentes me quemaban las yemas de los dedos. En mi mente, sin descanso, se repetía:

PIO-PIO PIO- PIO PIO-PIO PIO-PIO


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